miércoles, 23 de febrero de 2011

A mis 18

Porque cargo un corazón pegado a mi pecho, y en el una serie de locuras, maldiciones, demonios y otras tonterías, con las que jugaría de niño, como si fuese un baúl de sorpresas sin fondo. He pintado de colores mis paredes, y he seguido mi camino a pie descalzo, sin atajos ni desvíos.
Y quizá Adán se dio cuenta, cuando engendró a Caín, que evolución no es más que simplemente darse cuenta de la condición social de la humanidad, en la cual se necesita más eficiencia y menos vida para existir. Es entonces cuando el mundo y el hombre decidió luchar contra su corazón y perder menos tiempo con emociones y sentimientos, para poder invertir un poco más a sus oficios, a su puerca y cochina vida de interés.
Algunos hombres buscamos más del mundo que simplemente un trocito delgado y digerible con el que descansar. Y es en mucho, esa condición estúpida que tenemos de reírnos a carcajadas del dios maldito que nos puso a enfrentarnos contra tan ridícula sociedad estúpida de corazones vacíos y mentes ignorantes.
Porqué el hombre despreció el sentimiento a cambio de razón, y dejó de lado la razón para quedarse con la costumbre, cambiando por costumbre comodidad y definiendo comodidad como borreguilismo estático y groseramente pasivo. Una comodidad estúpida manchada de indiferencia hiriente. Y sin embargo te encuentras por ahí uno que otro caminante sin número ni máscara, que guían su propio camino aún cuando éste vaya en la dirección opuesta de los demás.
Humano, a veces no encontramos palabra más despectiva para describirnos a nosotros mismos que "Humano", otra palabra inútil para el mundo. Proviniente del latín "humus" que quiere decir lodo, haciendo referencia a que se creía que el primero hombre fue hecho de barro o arcilla, o alguna mierda tirada por ahí con la que esculpir un idiota. Humano, ¿de qué están hechos los humanos hoy en día?, quiero creer firmemente que la raza humana aún puede tener más dentro de sí que polvo y mierda. Quiero creer que un hombre puede ser más que sólo humanidad.
Tal vez más allá de los horizontes, y de las lineas pintadas a mano pelada bajo un lápiz sin punta existan en sí, esos versos que busco para mis poemas, esas palabras que me faltan al respirar. Y reviso entre las miradas, a ver si encuentro un mundo por las calles, en el que estar un rato y visitar a algún otro desquiciado que se pierda por los aires.
He visto al mundo detenerse en una mirada, seca y fría, que aturde la realidad en un respiro y entonces el mundo está en una sepia tarada, que no recobra sentido sino cuando dejamos de observar esa mirada estúpida que quiere derrumbar el mundo por ahí.
A veces, los cuentos que contamos resultan fábulas por los callejones, cuando la noche está oscura y nuestra voz no es sino un susurro leve y cauto a los oyentes que cercándonos nos escuchan atentamente, y es entonces cuando el alma demuestra lo que es, haciendo que las entrañas nos huelan a hiel podrida, o que nuestro corazón se ensanche.
Y es entonces cuando el peso de la condición humana se hace notar en un trovador a capela; hay ciertas clases de idiotas, que van por el mundo pregonando su "ultima verdad", más no es sino una simple insensatez de la ignorancia humana tratando de inspirar un poco de pena en el que pasa. Y he visto también la pasión, de algunos vagabundos sin zapatos ni camisa, algunas veces incluso sin medias ni pantalón, que callados llevan el peso de su cruz debajo de los ojos, como pequeñas oscuridades, esas sombras que aparecen de cuando en cuando en ciertas miradas especiales que vemos por ahí, es aquella su delirio, es su frenesí, en donde cargan compactadas cien mil emociones y unas cuantas lágrimas más para tachar párrafos o incluso capítulos enteros de las novelas que con sus labios han ido escribiendo tras suspiros. Es un estandarte, una bandera que pintamos con los ojos cerrados, es nuestra marca única que nos pesa en las manos al labrar las tierras, esas llagas tan profundas que nunca llegan a sanar, y que jamás se dejan olvidar. Nuestro "pecatum originale", que paso a paso tratamos de eximir, de expiar, de limpiar. Y es en aquellos momentos, donde los dramaturgos, ya no saben si interpretan el papel del bueno o del malo, ese ridículo humano en el que nos sumimos todos. Son esas locuras en las que daría lo mismo ser un rey o ser mendigo, en la que el sentimiento es basura, como un poeta sin lectores, como un esféro sin tinta, como una mancha sin colores, como una puta con pantalones.
Es difícil a veces creer que una mirada puede preservar su brillo si está constantemente expuesta a tanta idiotez humana que vemos por ahí, si está sometida a un mundo roto, lleno de odio, dolor, enojo y soledades tras cualquier ventana. Y aun así en muchos existe todavía la esperanza de mantenernos por dentro con esa mirada de niño y corazón de caballero que algún día hizo latir nuestro corazón al pretender que eramos el Quijote persiguiendo los molinos, o el rey Arturo blandiendo su espada al aire, o Aragorn librando la ultima batalla frente a Minas Tirith.
Como quien se sentase determinada noche a esperar tras su ventana y ver llegar volando un velero mágico viniendo de la segunda estrella a la derecha desde el amanecer con un niño por capitán. ¿O acaso era la niebla? Confundiéndonos la cabeza, haciéndonos creer aun en Peter Pan.
Puede venir el sol a escampar mil lluvias si le da la gana, que a mis nubes no les hace falta nada de su calor o luz, porque la lluvia me acaricia hoy, como nunca antes ningún dios imaginaria sentir la piel del agua en su mejilla.

Hay días en que los hombres somos un poco más, que lodo.

lunes, 7 de febrero de 2011

La tinta de mi papel

He visto los ojos del mundo al decir adios.
He visto las lagrimas innundar los sueños.
He visto a la vida,
aplastar sin compación,
las ilusiones de alegría
de los pobres mortales que aquí estamos.

Y qué extraños suenan tus cuentos ahora,
al cantar los arrullos que ya no son
aquellas melodías, aquellos sueños
que un día enrollaron mis párpados
entre besos y suspiros.
Hoy esas historias no suenan más,
a la música y luz que tenían.

Tal vez un par de extraños
tú y yo, después de los sueños
que destruimos juntos,
ahora sólo queda en tí una mirada
que no es mía ni tampoco la tuya,
una que no conozco
y que no quiero ver.

Hay veces que uno desearía
tomar de un jardín que ya fue
aquellas flores cuyo olor
nos mostró quizá un poco menos
de mundo y más de amor.
Pero al buscarlas, esas flores
ya no están, sólo sus cadaveres
que llenan nuestro mundo
con espinas, sabores amargos
y un olor a realidad
que choca con nuestra ingenuidad
cuando queremos creer
que aun es.

Siempre he odiado
el sonido del silencio
del que no sabe
cómo seguir mientiendo
amor y otras maldiciones
para esconder
olvido y tantas porquerías.
He odiado tu mirada,
cuando vacía no mostró
más que adioses y disculpas
porque no los quiero,
ni regalos, ni pena.
Que te hagan creer
que te necesito.

Observo la luna al pasar,
mis días están llenos
de estrellas y su luz,
he amado la luna en mis noches
aunque ya no seas tú
aunque en tí encuentre hoy,
un satélite jupiteriano
o del mismo y lejano plutón.

El mundo gira,
hacia el mismo lado que siempre.
Aún cuando creí diferente.
Y quizá una mirada extraña
jamás logre llenarme
pues en mí aún falta mucho
que no he terminado de quemar
de adioses y perdón,
de días y temor.

Y llora Julieta
desconsolada y triste,
al ver que nuestra historia
la he escrito sobre el papel
terminando en adios y no a tu lado.
Así muramos los dos,
sea cual fuere el veneno
la he escrito para mí.

Porque olvidé
en mis fábulas y cuentos
las princesas y castillos,
los dragones y los caballeros
que ingenuos arriesgan sus vidas
por las doncellas hermosas,
esperando que algún relator
en algún lugar extraño
les escriba su historia
con un final felíz
y sin llagas en las entrañas.

En mis cuentos
no hay más que simples seres vivos,
no más que humanos
con corazón y cojones
para enfretarle al mundo por la cara,
y escribir con mi propio puño
el final que yo desee,
sea este una tragedia
o una estrella ilumando el cielo.

Ésta es la tinta con que he marcado mi papel,
en el cual he puesto mis tripas,
a sabiendas de que mañana
no estarás,
y buscaré entre las miradas
algún extraño con quien congeniar.