lunes, 19 de diciembre de 2011

Morirse y no entender

Se levanta el sol todos los días y para el coronel es lo mismo, claro, que todos los días. La bulla, el aire sucio y la prisa incesante de la gente.
Se levanta quizá con el sol también él, con el acostumbrado hastío, su mal humor. Las mismas pisadas que más que pisar son arrastrase por el suelo. La misma ducha, la misma taza, el mismo traje, la misma puta vida que ayer trajo consigo el mismo sol de todos los días también.
La soledad, sí, el coronel era una persona solitaria, de esas que se mueren por no comprender el mundo de hoy. La misma soledad y el inevitable vivir aletargado que implica estar tan solo y amargado.
Tiene nombre, sí, pero no lo recuerda, claro, por esas cuestiones de la vida, la guerra y la cotidianeidad por igual, su nombre es coronel, no Richard Cantwell, no, nada tan poético o importante como Hemingway, es solo un coronel; un coronel solo, también. Que lo ha perdido todo por esas cosas de la vida, la guerra y la cotidianeidad por igual, es el gusto desabrido que en momentos seca los labios, el coronel es de esos coroneles que tristemente no tiene quien le escriba. Y sí, quizá también eso sea culpa de la guerra y, de la cotidianeidad por igual.
La misma taza, el mismo café, la misma jubilación, la misma perra vida. El mismo andar por los mismo caminos, porque es difícil no ser repetitivo cuando se tiene tan poco que hacer como un coronel solo y jubilado, en un mundo así, que no se entiende y dan ganas de morirse por no entender.
El mismo camino y la misma tienda, los mismos tabacos. El mismo “Buen día” de todos días, los mismos saludos y por igual los agradecimientos, los mismos 90 ctvs. de siempre con el mismo “Buen día” de todos los días.
No hay peor cosa que la devastación de la vida con la guerra y el paso de la cotidianeidad por la jubilación de uno, así con el mismo “Buen día” de todos los días que nos trae el sol, eso sí, solo a los que no entendemos el mundo de hoy y, quizá hasta podría matarnos.
El coronel, claro está, no Il Colonello, es decir, nunca Richard Cantwell, o sea, nunca Hemingway, es un neurótico de esos que cuentan los pasos al lavadero y tienen crisis severas si un día son más o menos, por el letargo de la amargura y la prisa del mundo que no entendemos. Camina por la misma ruta y en busca de las mismas cosas, tal vez no de otra medalla, ya es suficiente guerra la cotidianeidad para una vida, y trae suficiente jubilación para ser neurótico en paz entre el letargo y la prisa, claro está.
Enciende uno de sus diez cigarrillos, los mismos diez de todos los días que obtuvo con los mismos 90 ctvs. y el mismo “Buen día” de todos los días. El mismo encendedor, el mismo humo, el mismo cáncer, el mismo hastío. Hace años que el coronel no disfruta su tabaco, es obvio, por el ruido y prisa del mundo, y sí, por no entenderlo.
La estridencia con que entra desesperante el humo en el ser del coronel, así, entre el alivio de la nicotina y la bulla del mundo, tal vez por el letargo y la prisa otra vez y, está claro ya, una vez más, valga la redundancia (porque a veces hasta al hablar somos cotidianos) por no entender y poder morirse por no entender.
El mismo camino de regreso también, claro, por la neurosis y de nuevo por el letargo y la amargura (por no entender). Y por el mismo camino el coronel compraba la misma comida en el mismo lugar con el mismo dinero, y eso sí, con el mismo empaque para llevar y la misma prisa del mundo, entre los hombres de terno, la prisa de todos los hombres y la bulla que generan sin darse cuenta, quizá como diría Bryce Echenique por esa modernidad del dinero, por la modernidad del dinero en el mundo de hoy.
El mismo tercer cigarrillo, porque para cuando el coronel compraba su comida ya estaba en el tercero de los diez de todos los días, de los 90 ctvs. de todos los días, y sí, de nuevo con las redundancias, porque de nada vale la cotidianeidad de la vida del coronel por culpa de la guerra si no será descrita con la redundancia competente. Así que sí, el tercero para la neurosis, felizmente en el mismo número de paso en el camino.
Camino a casa con el mismo tercer cigarrillo de todos los días, sí, ese mismo que llega con el sol de todos los días, por la jubilación y esas cuestiones de la vida, por la cotidianeidad que felizmente lo  haría encenderlo en el mismo número de paso de siempre, claro, para la neurosis. El mismo caminar de vuelta, así con los mismos pasos que no son pasos sino arrastrarse por los suelos, por el mundo, ese tan a prisa, tan sucio y bullicioso, ese mundo de hoy que no entienden los héroes de guerra jubilados, por la modernidad del dinero y dan, a veces, ganas de morirse por no comprender. De morir por no entender el mundo de hoy.
Caminaba entonces nuestro coronel tan neurótico y nada Hemingway de vuelta a casa, ya acabándose su tercer y cuarto cigarrillos de esos 90 ctvs. y el “Buen día” de todos los días; arrastrándose por el mundo embarrando su letargo con la prisa del mismo. Y claro, siempre sin entender.
Las mismas llaves para la misma casa que se iluminaba todas las mañanas con el mismo sol de todos los días en el mismo jardín tristemente marchito, y digo tristemente porque jamás le escribiría nada, claro que no, al coronel que ya de por sí, no tiene quien le escriba, así por esas cuestiones de la vida, por la guerra y la cotidianeidad por igual.
Las mismas gradas, veinte contaba siempre el coronel,  omitiendo el primero y el último escalón, sí, porque le gustan los números que terminan en cero, como el número de personas que le escriben, claro está (redundando siempre) por la neurosis, por la guerra y la cotidianeidad por igual, por no entender la prisa y el letargo. Siempre veinte más dos escondidos y unos cuantos pasos a la habitación. Los mismos pasos de todos los días con el quinto cigarrillo de los 90 ctvs. y el “Buen día” de todos los días.
El coronel comía en su habitación, la misma de siempre, en el mismo sofá de siempre con el mismo canal de siempre y los mismos sexto y séptimo cigarrillos de los diez de todos los días, felizmente encendidos en el mismo minuto, el coronel se fijaba hasta en los minutos, sí, una vez más por el letargo del hastío, de la guerra y jubilación, y la prisa del mundo, de la cotidianeidad y de la bulla y, siempre, eso sí, siempre de no entender y morirse. La neurosis.
El coronel no pensaba en nada mientras comía y no lavaba los platos después tampoco. A fin de cuentas, no tienen quien le escriba, por esas cuestiones de la vida, por la guerra y la cotidianeidad por igual.
Se levanta y va al teléfono, no se entiende por qué, si realmente no tiene a quién llamar; se sienta en la misma silla de siempre a marcar los números de todos los días de teléfonos que suenan y no se quieren contestar, nunca (para variar el siempre de todo el tiempo y, sin embargo, seguir con la totalidad).
Por esas cuestiones de la vida, por la guerra y la cotidianeidad, por la perra neurosis, la totalidad. El octavo y el noveno de los 90 ctvs. y el “Buen día” de todos los días frente al mismo teléfono de letargo y bulla, con el mismo tono titilante de llamada no contestada o rechazada.
El coronel no entiende el mundo de hoy y está cansado de vivirlo, por el insoportable letargo de la soledad. Con el décimo de los diez regresa ya colmado de la guerra y la insaciable cotidianeidad por igual, la neurosis y el mundo,  el letargo de no entender la prisa; regresa al sofá, sí, para dormir es obvio, como todos los días cuando el sol se va y se acaban los 90 ctvs. y el “Buen día” de todos los días. Con el letargo de haberse arrastrado mundo adentro y fuera, como todos los días y la prisa de nunca entender por qué el mundo embadurna tanto el alma de porquería.
El coronel duerme en el sofá todos los días, con el mismo programa en la TV y siempre en el mismo canal, no es ningún héroe de guerra sino un jubilado, solo y ermitaño, no tienen nada de Cantwell ni de Hemingway. Es obvio, por supuesto que su nombre tampoco es Richard ni tiene nada de poético, jamás. El coronel no tiene nada, ni siquiera alguien que le escriba, solo medallas de la guerra y neurosis de la tan joputa cotidianeidad. Y duerme en un sillón, sí, porque tiene miedo que la muerte le llegue con la cama destendida; porque está ahí siempre el insoportable hastío, que viene de la mano de la neurosis que, a veces, significa letargo y prisa, prisa del mundo, ese mundo de hoy que embadurna tanto. Ese mundo de hoy que no se entiende y uno puede morirse por no entender.
El coronel duerme en el sofá porque no entiende el mundo de hoy, y tiene miedo de que le llegue la muerte con la cama destendida.
Tiene miedo de morirse por no entender el mundo de hoy con la cama destendida.

ESTEBAN YÉPEZ PASQUEL

sábado, 19 de noviembre de 2011

INÚTIL AL MORIR


I

César Vallejo muere
Un  jueves con lluvia en París,
A veces todos los días
Son jueves con lluvia en París.
Al mismo tiempo Pablo Palacio muere
Asesinado en una esquina a puntapiés.
Y Esteban Yépez muere
También con ellos, asesinado
Por esos golpes en la vida.

II
Pobres de nosotros
Si la vida solo
Fuese una mentira prostituta;
Pobre del corazón
Si hacemos del amor una prostituta
Y vendemos los pedazos en una esquina.

III
Escribir es tan inútil cuando uno muere
Porque es inútil exaltar
Al alma con la palabra
Si está tan enferma.
Es inútil por enfermedad,
Por neuritis
Que duele tanto
Porque duele dos veces;
La primera en la espalda
Y la segunda en el alma.

IV
Porque el cuerpo está ligado
A padecer  la realidad del alma.
Condenado
A vomitar nuestra ansiedad,
A doler nuestro dolor.

¡Pobre del cuerpo si duele nuestro dolor!
Porque duele en la espalda primero
Y después el corazón.
Porque siente nuestra necesidad de fumar
Como suya.

V
Y Vallejo muere todos los días,
En todas partes.
De esos golpes en la vida
Como los puntapiés
Que matan a Pablo Palacio
En todas las esquinas.

VI
Porque el dolor también mata,
Porque Esteban Yépez también muere.
Con un corazón sufriendo de neuritis,
Se muere y le es inútil escribir.


ESTEBAN YÉPEZ PASQUEL

viernes, 21 de octubre de 2011

Cuánta entereza.

Hay que cuidar la prosa, dicen los poetas. Hay que cuidar la métrica, dicen, en cambio, los que saben de poesía. Y aquí tan lejos de lo uno como de lo otro por igual tengo al esféro bailando sobre hojas sin parar. Quién sabe si son los cojones y no la métrica lo que hace al poeta, esas ganas de decir lo que se estremese al sentir y no mentir por suavizar esta manera de hablar, decir que la entrepierna no calienta al corazón.


Hay que ser poeta para entender de corazón, no. Basta con tenerlo para saberlo y ser poeta no es sino la condición de no poder contenerlo. La fragilidad del alma a sentir como punzadas a la espina los correntazos alternados entre el hipotálamo y el alma, matando del un lado y generando latir del otro, eso sí, también, siempre, claro está, viceversa.


El poeta no es más que el hombre que batalla entre toda esa mezcolansa hecha maraña de realidad y no. Con versos, con lírica, con palabras que son hipótesis (Que no hay nada más científico que la poesía, no, no lo hay). Y comprobar esas hipótesis en la carne de uno mismo, convertirse en conejillo de indias de nuestro propio experimento. No hay nada, no, nada más científico que hacer cobayo del corazón, que aplicarle terapia aversiva en la razón, que batallar en esa maraña con toda la realidad y no.


Hay que cuidar la prosa, dicen los poetas, porque explican que son sus ecuaciones que terminan con más incógnitas que productos, pero aún así con más sentido que la comprobación.
Pero eso sí, es determinante, susurran al mirarte que atravieses con la punta del bolígrafo, así con sangre a toda huella de tripa que hayas hecho del corazón para que baile, sí, baile y no se canse de mentir a la vida entre el amor y otras cenizas al compás que marca la agonía, la fragilidad del alma que salta y exclama las punzadas entre la muerte y la vida.


Hay que cuidar de la métrica, dicen los que saben de poesía. Porque sin la forma no hay la lógica y no hay juicio sin premisa ni hay verso sin esfuerzo, por más que contradigan, no. No hay verso que baile en ninguna hoja sin sangre, sin muerte y vida. Porque el poeta no es filólogo, pero escribe silogismo sin hacerlo, así, escondidos en el espacio que dibuja el espectro de la tinte entre el perforante del alma y la hoja en la que la desparrama, sí, no hay verso que no sea juicio, no hay palabra en manos de poeta que no sea premisa.


Y aquí, sin prosa ni métrica que merezca aclamación se esparce igual el alma mientras ve bailar después de perforar el alma al esféro. Así, entre la vida y la muerte, a pulsos que son punzadas en el cuerpo. Igual se esparce el alma, o el alma se esparce igual, eso sí, también, siempre, claro está, viceversa si es el corazón el que está en medio.








Caín

sábado, 10 de septiembre de 2011

Eva tienta al destino de Caín

Juan tiene 20 años y no sabe amar, se la pasa todo el día preguntándose porqué sus labios no saben besar. Mientras al otro lado de la ciudad, Anita juega solita al tiempo que todos la señalan y la llaman loquita pues tiene 18 años y aún disfruta de columpiarse. José vive en el centro de la ciudad y ama la libertad, sale a la calle a caminar entre los rostros con la voluntad dispuesta a manera de bandera de cambiar. Eva vive sola en las afueras de la ciudad, tiene 19 años, no le gusta la gente y se encierra en su cuarto a leer libros día y noche, noche y día. Y a paso fuerte entre tanta gente con las botas bien puestas y 19 años de vida está Gabriel, odia al mundo.
Juan se despierta todos los días y se pregunta qué es el amor. Anita madruga emocionada para susurrar con dulzura en su ventana un "Buenos días" al sol. A José no le da la gana de saludar al mundo. Eva se despierta tarde llegado el medio día, se inclina a su velador y saluda tierna y tersa a una rosa. Gabriel se levanta temprano en la mañana, cierra su cortina para al salir de su casa mirar al cielo y gritarle al mismo sol de Ana un "¡Te odio!" desde las entrañas.


A Juan no le gustan las chicas como Anita, porque buscan en los labios de un hombre besos más profundos de los que él en su frivolidad puede ofrecer. Prefiere en cambio perseguir todo el día a esas chicas de hoy en día, esas a las que Gabriel nunca se cansa de mandar a callar.
José siempre hablando de revolución se siente limitado por las capacidades de comprensión de la gente de hoy. Se lo ha oído exaltado más de una vez ya colmado la paciencia de explicar porque todo tendría que cambiar.
Anita como siempre reparte flores en una esquina a los que le sonríen y les sonríe a los que vienen sin flor. Piensa que las personas son malas porque su mundo carece de color. 
Gabriel asiste a sus clases porque quiere aprender, quiere saber siempre más y dominar los secretos de su mundo. Se aburre cuando su clase no le aporta conocimiento así que abre el cuaderno y garabatea con su esfero escribiendo con el corazón en la mano, él dice que son poemas.
Eva se sienta en su cama sin mucha gana de nada más que estar a solas con sus páginas, con todos esos grandes pensadores que le conversan a través de su tinta a cada momento. Eva no muestra ningún interés por las relaciones, pero sabe que si quisiera tener a un hombre sería uno como Gabriel que agache la cabeza escriba poemas y firme con un distorsionado y rápido "Caín".


Camina a la tienda, debe comprar nuevos zapatos. A Juan siempre le gusta estar bien vestido y a la moda, no vaya a ser que pierda la oportunidad de pasar un bueno momento con una chica bonita en un lugar agradable por su apariencia. Dice siempre que no le gusta usar la ropa más de 2 veces, la primera para acostumbrarse a ella y la segunda para despedirse. Lo cual resulta muy cercano a lo que piensa de las mujeres, tal vez por eso no sabe amar. Solo sabe de costumbre y despedidas.


Juan camina a la tienda al tiempo que encuentra en un parque un tumulto de personas aglomeradas en un círculo que alberga en su interior una colorida chica de aspecto despreocupado, su cabello despeinado y su rostro sin arreglo. Ella se sienta en medio de la gente y rodea su presencia con cúmulos amontonados de flores y flores de colores, les pregunta su nombre, les regala una flor, les da un beso, les susurra un color. Él la observa atónito y desesperado por ponerse frente a esos ojos, ¿Tenía algo que hacer?, ya no lo recuerda y si lo recuerda poco importa. Espera desde lejos mientras ella canta y regala flores. -Regala flores- piensa. Esperó hasta que todos se hayan ido y ella estuviera sola, cantando a las amapolas. 
-Hola, soy Juan -y no sé amar- pensó. -¿Cuál es tu nombre?.
-Girasol.
-¿Girasol? ¿Porqué?.
-Porque todas las mañanas al despertar me gusta saludar al sol. Tú te llamas Juan porque así te lo enseñaron o porque no pudiste pensar algo mejor. Cualquiera que fuere la respuesta no es algo que atraiga mucho interés.
-Me llamo Juan porque siempre ha sido así.


Hablaban, a ella le aburría él y a él cada vez le interesaba más ella. Pero ¿Qué podía ver ella en él? Un tipo de apariencias, superficial hasta la médula, fanfarrón y engreído. El típico galán de fiesta de quince años que pretende llevarse a la chica más bonita de la fiesta. A ella le agradaban todos, altos, chicos, gordos, flacos, le gustaba la gente en general y disfrutaba de sonreirles a todos constantemente. Y aún con Juan se sentía a gusto de poder compartir un momento con el mundo de alguien más, aun cuando simplemente no le interesaba para nada lo que él pudiese decirle. Juan no sabe amar. Y Anita no es la clase de chica que le gusta. 


José salió a la plaza más grande de la ciudad se puso una bandera blanca en la espalda y se trepó a la pileta del centro y se puso a gritar palabras que tenía escritas en retazos de papel arrugados, sucios y dañados. La gente lo miraba al pasar y apresuraba el paso cuando transitaban frente a la pileta. Él solo les gritaba con más fuerza, como si mientras más fuerte dijera las cosas más profundo llegarían en las personas.


Gabriel camina por la calle con sus botas sonando de la fuerza con la que planta sus pasos en el suelo, la vista gacha pues no quiere verle la cara a nadie, no le interesa. Tan presuroso y a la vez tan despreocupado, sólo el y el humo que infesta y enferma sus pulmones, no le agrada, pero tampoco podría vivir sin la nicotina que inyecta en sus venas ese apestoso "cáncer con filtro" como lo llamaría Burguess. Al mismo tiempo por azares del destino desde el otro extremo de la calle se aproxima ella, una come-libros típica con la nariz enterrada en las páginas incluso al caminar por las calles. Eva caminaba en busca de un lugar para comer, no tenía la más mínima intención de cocinar y le parecía ya había estado demasiado tiempo en su casa encerrada. 
Él yendo hacia ella y ella viniendo hacia él (O él venía y ella iba). Tropezaron. "Disculpa" le dijo él, como un reflejo, ni si quiera la miró al decirlo, lo hizo después. "Perdón" le dijo ella al unisono mientras él también se disculpaba. Sus miradas chocaron y así ambos se ensimismaron en el mismo temblor.


Decidió acompañarla, no todos los días se encuentra alguien como ella por las calles. Hablaron mientras caminaban, del cigarrillo, el café, la guerra y cosas más profundas también que la vida. Se sentaron, ella le fascinaba y él a ella también. Ordenaron su comida, ella algo ligero, él algo abundante y lleno de carne roja. Y hablaron. Hablaron de muchas otras cosas más de las que ya habían platicado mientras caminaban al restaurante. Él hablaba de la soledad y ella le respondía con Herman Hesse. Él hablaba del hastío y ella contestaba Goethe. Él la fragilidad humana, ella Saramago.


-¿Por qué odias tanto al ser humano?.- Sus ojos se llenaban de intriga. Lo quería conocer.
-¿Y por qué no?- No quería asustarla.
-Déjate querer.- No sabía de dónde salió esa palabra, quería decir "conocer" pero su lengua la traicionó. ¿Acababa de decirle querer? Su rostro se tornó rojo como el acero ante el fuego. Ella ante su mirada.
Él respiró hondo, las palabras le llegaron hasta su última fibra nerviosa. "Dejate querer".
-Por su debilidad, su afición por el facilismo, la levedad con que llevan sus vidas y acciones. Su frivolidad. Su capacidad para generar dolor en quien ya duele por dentro.
-¿Por qué te odias a ti mismo entonces?
-Porque todos somos carne al fuego y como carne hasta el hueso nos quemamos igual.
-¿Qué tienes tú entre el hueso y la carne?- Gabriel era el tipo de hombre que Eva quisiera tener.






Caín

lunes, 25 de julio de 2011

¿ES TINTA O SANGRE... EN LA MAÑANA?

Estoy lleno de violencia, es cierto. En mucho realmente no resulta una violencia potencialmente física y brutal, pero se representa en toda esa intranquilidad que llevo dentro, resultando a fin de cuentas nada más que aquella barrera que decidí levantar frente a ese mundo que tanto quiero lejos. Y en más de una manera creo que aquella posición que planteo frente al mundo finalmente es determinantemente causa directa para mi irremediable falta de interés por los asuntos del mundo, mi desapego a la sociedad y el aborrecimiento a la raza humana. Por su manera de actuar, de vivir, de comprender el mundo, la facilidad con la que llevan la levedad de su existencia.

Sé que quizás mi forma de ser con el resto no sea exactamente la mejor solución, supongo que el mundo no necesita otro ermitaño enfurecido con la existencia, y me he cansado para ser sincero, me he cansado mucho de tanto odio, tanto enojo e ira. Pero me es increíblemente difícil ser de otra manera, me es casi imposible al punto de la incapacidad sentir algo más allá del rechazo por los asuntos cotidianos de esta vida; como ese comentario políticamente hipócrita que no aparece cuando es necesario, esa condescendencia con la que jamás nos hemos familiarizado realmente, el chisme, la gracia, la tertulia con desconocidos, congeniar... Con el resto de los seres humanos con los que tuve la terrible suerte de compartir en común su pestilente raza.

Quisiera poder aceptar mis valores como superiores a los defectos que encuentro en el mundo del que tanto hablo, y sin embargo mi fuerte criticismo contra la raza humana no se refleja sino en uno aún más fuerte y persistente que el mismo pero dirigido hacia mi persona.
He llegado a ser no más ni menos de lo que los golpes de la vida han ido haciendo de mi a su parecer, como les vino en gana y ya está. Roto y sin retorno, un simple hombre defectuoso más para el mundo.
Mi egoísmo es grande, aunque me cueste aceptarlo en mi escasa modestia quizás tengo suficiente para hacerlo. Mi egoísmo es grande y aqueja más cuando nubla mis ideas, me vuelve torpe y solapado conmigo mismo.
Pero por más cochino e inservible que sea, mi egoísmo termina donde comienza mi pasión, si. Mi pasión es amar, mi debilidad también. Pero que agradable debilidad. No puedo, y por más que mi incomprensible egoísmo me lo pida no le rendiré cuentas hasta el final.

La vida juega muchas cartas en el juego y, al tener tantas, nos deja cortas las posibilidades de jugar nosotros una parte realmente importante. Dependemos quizá demasiado del humor que lleve el destino cada mañana frente a cada uno de nosotros. Y al final, tras incluso el más oscuro de los escenarios vale más ser siempre y haber sido un fiel reflejo de nuestro corazón. Ponerse en pie frente a la tormenta que se avecina, hacer tripas el corazón y pararse firme contra la tempestad con la cabeza en alto y de corazón sincero hasta el final. De corazón sincero sea cual fuere el final.

¿Cómo se enfrenta uno a su tormenta? Esa es realmente la marca de un corazón sincero. Habrán los que huyan despavoridos y también los que tomen la salida fácil y arremetan dentro con descontrol y salvajismo. Pero no, el verdadero hombre respira, cierra los ojos y decide mantenerse en pie, sin arremeter, sin gritar, sin desesperar y aguantar en pie parándose duro en el piso y sosteniendose de cosas de verdad, de valores de verdad.

Es quizá ya demasiado largo, pero quizá tengo mucho que decir.

El amor es el reflejo de la bondad del mundo que se encuentra en la mirada de una persona, pero para esto ser posible aquella mirada tiene que ser lo suficientemente transparente como para ver más allá del horror, de la maldad humana. Y el dolor, el sentimiento más podrido y aberrante de la existencia. La traición de quién aceptamos a nuestra morada, la decepción de los que teníamos cerca, la destrucción, la mentira, el adiós y tantos otros despojos de la realidad. Esa es nuestra verdadera oscuridad, esa es la violencia que llevamos dentro, pegada a la piel, anclada en el alma.

¿Qué te corre por las venas esta noche? A más de tu inútil humanidad.

Me aferro a los segundos, me desapego del mundo para acercarme más a la vida y hacer que valga la pena aunque fuesen sólo momentos a su lado. Quizás soy muy nostálgico como para que fluyese en mi un sentimiento de desapego, pero no. Vale más guardar de la vida esa felicidad transparente que ese maldito corazón de piedra que no siente ni quiere sentir.

¿Qué te corre por las venas esta noche? ¿Y qué te queda a la mañana siguiente entre el cansancio de vivir y la nicotina que intoxica segundo a segundo tu sangre?


CAÍN

sábado, 25 de junio de 2011

NO MOLESTAR

No molestar, y ejercer la condición humana de ser y parecer como cualquier otro sin más un simple momento frente a un hombre atento y despierto. ¿Contentó? Es cierto, te enfrento para demostrarte mi posición más no convertirme en juzgador.

Disculpa si es duro, procuro no cansarte y mostrarte mi mundo que no funciona como el tuyo aunque quieras creerlo tendrás que verlo, entiendelo en mi no hay lugar para escusas. ¿No escuchas? Las disculpas son para el que compete y se siente el desgano, es en vano, no te quiero escuchar.

Y aprendes a pensar en esa persona que dijo estar para desaparecer, como aquella enredadera en tu puerta que decidió estorbar y crecer. Para dejar de creer que prometer es hacer y que decir es cumplir, si si, vamos a pulir y cubrir el detalle no vaya a quebrantar la voluntad de dejar pasar la oportunidad de seguir sin sacudir mucho las maletas, es malo recuerda, torcer la vereda y dar vuelta la cuenta a punto de terminar.

No molestar es dejar que cada uno se dedique a lo suyo sin decir ni querer convencer nada que no competa.




Caín

viernes, 17 de junio de 2011

TODO LO QUE SOY

"No te vayas", la mira a los ojos y como una explosión desgarradora de dolor salen las palabras de su boca. Se acerca para darle un beso, en esos, sus dulces labios. Con una lágrima esa que ella siente correr por la mejilla de él. La acaricia, la siente, la comparte y la hace suya.

Es esa condición, esa que obliga a abrazar como si el mundo se acabase el segundo próximo a llegar, esa tan extraña sensación, esa melancolía tan enamorada es la que nos lleva hasta el borde de la locura cuando finalmente comprendemos esa coincidencia, esa picardía del destino de juntar esas dos manos en el momento menos esperado y sin embargo el más preciso.

La abraza, ella asienta su cabeza en su pecho y el cierra sus ojos, se aferra a ella fuertemente y contiene dentro de sí ese grito desesperado, esa necesidad de no soltarla jamás. -Quedate conmigo-. No lo dice, la mira de frente, ella lo sabe, lo siente. -Sonríe-. Lo dice en lugar de las palabras pensadas anteriormente y como por arte de magia funcionan a la perfección, una sonrisa pequeña, hermosa se dibuja en aquellos labios, sus dulces labios. Lo siente, calor, esa paz, la calma de su tormenta, todos esos respiros que de rato en rato se necesitan acumulados en un sólo segundo frente a sus ojos.

Muchas veces es fácil, perdernos entre la penumbra de nuestras preocupaciones, de una despedida que adelantamos innecesariamente con nuestros miedos, la prisa que le damos al mundo frente a nuestro dolor quizá no resultaría sino una migaja caída de lo que realmente nos está matando por dentro.

-Todo va a estar bien-. No, no lo cree, es cierto y ella lo sabe, lo sabe bastante bien. Pero sonríe, sonríe al escucharlo. Porque sabe que mientras su corazón se destroza por dentro en mares sangrientos que imploran le pida se quede junto a él. Él la cobija, la arropa y trata de confortarla. Lo logra.
Es posible que no exista sentimiento más puro que el que lleva a un hombre a convencerse a sí mismo que, aunque muriéndose por dentro vale mucho más un "Todo estará bien", "Tranquila", "Yo estoy aquí" que un sucio y putrefacto "Esto me está matando", porque al decirlo ya estaría muerto por incrédulo y no habría nada que detenga el dolor de aquella a la que trata de calmar por su cobardía, su egoísmo.

La mente humana trabaja de tal manera que muchas veces nos es más fácil convencer al resto de las cosas antes que a nosotros mismos, pero ésta vez no. El mundo va más allá de eso frente a ella, y para bien o para mal las cosas serán como son; con dolor o sin el, pero junto a ella.

En muchas maneras, resulta inenarrable lo imprecisas que son las palabras cuando se trata de expresar aquello que apenas entendemos. Lo fácil que es sentirlo frente a tener que explicarlo. Y entonces el poeta bien podría no tener manos, de poco le sirven las letras y los trazos ahora, ahora que decidió hablar de eso que no tiene palabras.

Ese beso, ese "Te amo" desde dentro, esa caricia. Son la cúspide de la vida, en donde los sentidos todos se aguzan al límite entre la realidad y lo que sea que se esté viviendo. Ese corazón que palpita a toda velocidad en sus manos. Y ese dolor, esa mirada empalidecida y oscura, cuando nos nubla en la mente el oscuro pensamiento. Él lo conoce, derepente llega y él lo sabe. Una mañana llegará, en la cual no encontrará ninguna fuerza para levantarse de la cama y despertar frente a la realidad, de que un día, ese día ella no estará a su lado, no, estará lejos, lejos donde el vapor de sus lágrimas secas no llegue. Son cada uno a su manera, pequeñas piezas, grandes piezas, los eslabones que nos unen con nosotros mismos.

-Tomalo- La mira fijamente a sus ojos, esos hermosos ojos mientras toma su mano y se aferra a ella un segundo.-Es tuyo-. Y asienta su pequeña mano en su pecho.
-¿Qué?- Lo mira con destellos luminosos disparándose de su mirar.
...










-Todo lo que soy-.



Caín

jueves, 26 de mayo de 2011

MATERIAL DEFECTUOSO

Es difícil describir el sentimiento, y más aún enmarcar cierto momento en el tiempo de tal manera que al final del cuento no quede el sabor del resentimiento y auto-indulgencia de aquel que le puso letras y versos al soneto.

Darle una vuelta al mundo no tiene sentido muchas de las veces, cuando al final del camino encontramos en nuestra piel esas heridas de guerra que jamás nos percatamos antes que estaban ahí. Las batallas lidiadas con las propias manos blandiendo nada más ni nada menos que sólo un poco de locura no son más que las desesperaciones más inútiles de un trovador.

Y si le dan sus ojos a mi mundo un poco del color, ese que desborda por los destellos de sus rendijas al amar, entonces todo parece recobrar el sentido que perdió algún momento. Algunas veces fueron miradas embusteras y desgraciadas que borraron como quisieron los trazos que con dificultad decidimos trazar al igual que las ratas cuando hurgan en la basura, esa basura que todos llevamos dentro como un bonus incluido en el paquete nada más. Otras veces es el espíritu el que decide gritar, gritar al universo la furia que siente contra el destino a estallidos de ira sin control. Toda esa destrucción que llevamos dentro cargándola como nuestra cruz, producto de tanta presión a la que fuimos sometidos a manera de tortura sin nuestro consentimiento.

Es extraño a veces, el resentimiento que queda después de la traición de nuestras propias emociones salidas de nuestro corazón que no resulta más que un bribón cualquiera cuando nos pide que la fe no desfallezca frente a tantos sueños que en algún momento fueron nuestra inocencia mas no son hoy sino quimeras. El resentimiento de ser, haber sido y siempre estado en la línea de fuego, la infantería frente a las tropas entre esos dos mundos que chocaron frente con frente delante de nosotros. Aquella familia rasgada en la guerra de la que fuimos parte siempre, la que protagonizamos. Siempre.
Y sin embargo, sin más ni menos nos cansamos de guardar la verdad como muchos otros hicieron frente a nosotros, a los que hoy no nos cuesta llamar mentirosos de frente y sin temor. A los que una vez amamos; esos que se convirtieron poco a poco en fugitivos de su propia culpa, con su estirpe y calaña propias marcadas en la piel como cualquier persona que huye debe tener. ¿Es posible que el amor y la lealtad vuelen presurosos e impacientes de la lucha en la que dejan a los que en ellos confiaron algún día sus vidas? La verdad no conozco ni creo tampoco en tal sentimiento, un amor de huidas, de cobardes.
No me agrada, no lo necesito. No lo quiero.

Y aún detrás de las heridas, de la ira y el odio que es inevitable ya para nuestro corazón sentir (tal vez hasta cierto punto es real que para algunos la oscuridad se acomoda ya en tanto terreno ahora sobre nosotros que es demasiado tarde para salir), existen aún valientes peregrinos dispuestos a cruzar el desierto de nuestro silencio para conocer el caos que llevamos dentro.
Ese material defectuoso que aprendiste a apreciar, ese corazón maltrecho que te enseñó a amar.

Zurcimos desesperados un mundo con los retazos que nos quedan de los castillos de la arena que vamos construyendo por ahí sin saber que tarde o temprano llegará la marea a derrumbarnos con ellos.
Y si, tal vez la poesía no siempre salga del alma. Pero a veces los poetas también necesitamos gritar.

Quiero despertar un día, y ver el mundo como lo veo por las noches reflejado a la luz de la luna en sus hermosos ojos, ese mundo tranquilo y apacible que mi alma me enseñó a amar con las manos, y con el corazón. Ese mundo que desde pequeño una estrella me entregó.
Es más complicado de lo que parece, tomar las riendas de uno mismo y respirar hondo al borde del abismo antes de caer. Darle la espalda al mundo, ese mundo de mierda al que tanto queremos lejos de nosotros y por más lejos que esté aún lo queremos más lejos.
Hablar, y hablar con la verdad. Que por una vez no sea la verdad del mundo, la que tanto disfrutamos de restregar en las caras del mismo. Nuestra verdad, esa que nos duele por dentro así no seamos capaces de admitirlo completamente. Esta es mi verdad.

La voz del poeta suave y quieta, se convierte casi en rugido al gritar. Un grito de guerra que sólo su voz puede calmar.
Cuando un poeta encuentra su inspiración, no ha de poner su nombre en sus poemas. Ni definir con palabras eso que está tratando de decir y no. No ha de escribir poemas viendo a los ojos de aquello que es soneto y melodía frente a él.




"¿Que quién hay detrás? Un poeta y nada más. Los poetas
somos todos bichos raros y ya está. Lo importante de los
poetas es la poesía, no la cara."
(Robe Iniesta)





CAÍN

sábado, 14 de mayo de 2011

VOMITAR

La gente solía hablarme recuerdo, supongo que muchas veces simplemente no estaba ahí para escucharlos pues no recuerdo lo que sé que una persona normal en mi lugar recordaría.
Me pregunto porqué el mundo me resulta tan extraño, a menudo la gente me interroga y quieren saber el porqué de esto y aquello, tantas cosas. Porqué no vivo como ellos, o hago algo que para el resto del mundo es necesario o hasta obligatorio muchas veces. Supongo que la respuesta es tan fácil como decir que no me importa lo suficiente, sí, supongo que no me importa lo suficiente.

Quisiera encontrar un adjetivo para calificar mi condición que no fuera difícil, para sólo decir que hay días que me cuesta más que otros ser un poco mejor que yo, como lo que la vida suele esperar de mi, no lo soy.

Me gustaría encontrar un sentido en la vida, que finalmente fuera en sí razón suficiente para realmente pensar algo un poco mejor que la basura que te hecha encima la ira. Pero me es difícil, lo he intentado, varias veces lo intento pero una y otra vez caigo en cuenta de que simplemente no puedo. Me he cansado de intentar creer en tantas mentiras, en tantas porquerías. Me he cansado de creer en ti.

Tal vez es simplemente que no funciono como un ser humano normal lo haría, y la ingenuidad no entra dentro de mis defectos, o sinceramente no sé si llamarla virtud. Pero me molesta sobre todas las cosas la falta de carácter que la vida tiene en ciertos momentos, a veces es más complicado de lo que parece aceptar algo de lo que estamos más seguros de lo que creemos y no es en sí por el hecho de que tengamos un tipo de sesgo mental al respecto, sino que nuestro apego emocional al mundo que nos rodea nos vuelve tercos y estúpidos. Pero en ciertos momentos un hombre debe tomar un poco de valor en defensa del honor que pregona de su vida y aceptar los pasos de un cobarde como tales.

Estoy un poco harto de la vida y cansado de mil otras cosas también. El sentimiento de la tristeza, tan marcada como las sombras debajo de mis ojos que revientan de repente con desenfrenada ira entre los gritos y el traqueteo insoportable de mis entrañas.


Yo
No
Creo
En







TI


miércoles, 4 de mayo de 2011

DECIDÍ

He decidido hoy, que tus nubes ya no oscuresen mis amaneceres, que el día ya no es para lamentarte.
Resulta difícil pensar en un mundo tan acabado como he llegado a creer si existen aún miradas que calientan las entrañas.

Es ese sollozo de un niño al llorar en brazos de quien lo ama por una causa noble, por amor. Aún cuando todavía no lo entienda como tal.

Quiero saber cómo hace un corazón para ser tan sincero como el suyo, tan fiel a sus sentimientos que terminan siendo como nada, puros y verdaderos. El mundo me refleja su bondad a la luz de sus ojos y me siento incapaz de odiarlo como creo hacerlo.
Y es que tartamudea mi corazón crepitando si es su aliento el que me abriga.

Dime qué piensas del amor, qué sientes al ver las miradas de la gente si lo haces. Dime porqué le tomas de la mano. Dime si acaricias su cuerpo con el mismo cuidado que su rostro. Cuéntame qué hiciste ayer. Anda, dime si anoche besaste su cuerpo o su corazón.

He decidido que hoy las nubes ya no oscurezcan mis amaneceres cuando el viendo que empuja mis alas es más fuerte que cualquier huracán.

Es difícil olvidar, es cierto. Pero no es imposible encontrar una estrella en medio de la tormenta.

sábado, 23 de abril de 2011

POR UNA VEZ

En más de una manera, resulta fácil y sencillo lanzar un sentimiento al aire con la boca, dar un par de golpetasos con el destino y estrechar una fugaz y errónea concepción de la palabra amor. Y sin embargo, no es el sentimiento ni la prosa con la que se expresa, el momento de amar no habemos poetas y vulgares, sólo mentiras y verdades.
Y una verdad absoluta en este mundo es lo sencillo y realmente dócil que a fin de cuentas termina siendo amar cuando estas frente a aquella persona que sin más ni menos abre el pecho frente a tus ojos y te muestra el corazón con el alma de fondo sin esperar nada a cambio.
Es muy distinto, un amor que no se dice con la boca y que aún así se entiende mejor que cualquiera antes escrito; a uno que solo vive por la boca, y se alimenta de palabras endulzadas con la ambigüedad del lenguaje para malinterpretarse el sentimiento. Pero no importa, por una vez en esta vida he tomado la decisión de decirle al mundo que no me importa, si es gris o rosa, si es arriba o es abajo no me es trascendental. Esta vez no escribo por el mundo, ni para él.

Entonces, para empezar entiéndase libertad como la falta de necesidad parcial o completa de uno o varios de los paradigmas sociales preestablecidos y, en ése caso como la completa ausencia de interés propiamente dicho por cualquiera de los oficios cotidianos de la vida.

No es el verso el que hace al poeta, sino las tripas las que hacen al verso, y así también no es la palabra la que define el sentimiento sino que el sentimiento va diciendo poco a poco cuál es la palabra que más se acercaría en lo posible a lo que realmente queremos decir dentro de lo posible, de una manera casi perfecta e infalible, el hablar siempre se queda corto frente al sentir.

Por una vez, el mundo desaparece de repente ahogándose en las lagunas de tus ojos si te miro.

lunes, 18 de abril de 2011

SER Y NO

Anda trovador y cuentame de la lluvia, hablame de las lágrimas también. Enséñame de la amargura. Del cansancio de los huesos, el desgaste del alma por andar perdidos.

Enséñame la vida desde un ángulo no tan extraño con el que pertenecer menos a las nostalgias y un poco más aquí, donde a fin de cuentas quiero estar.

Hazle un poéma hoy no al olvido y las cicatrices sino a la lúz, y al brillo que de ella nazca en los rincónes de los ojos que tanto quieres ver.

Y en ellos, esos ojos refleja al mundo con canciones que ya no griten tantas negaciones y reaviven un sí, para variar.

Y llamales putas a las sombras que te nublen las estrellas al soñar.

Vamos poeta haz un soneto y muestrame las ganas de gritar.

lunes, 4 de abril de 2011

LA MARCA DE CAÍN

Desearía poder comprender el mundo de alguna manera que no terminase siendo tan nihilista. El escéptico que mira antes de saltar en mí, domina el fatalismo que podría nacer como respuesta y, sin embargo, negación tras negación choco contra mi autoindulgencia, mi sobria y desnuda necesidad de compañía, aún detrás del misántropo, anti-social, del bicho raro está presente ese talón de Aquiles que no busca cualquier compañía, sino la tuya.

Quisiera ver el mundo desde unos ojos que no resultaran mirarte desde el fondo atrás de mis virtudes, y aún así tan cubierto de demonios. El saludo entrecortado y despacio, quizá en señal de la distancia que separa al mundo de mí, o es posible me separe a mi del mundo, como aquel que bajo el cuaderno ya no sabe qué escribir, ni cómo hacerlo; qué pensar.
Es difícil describir la diferencia entre el suspiro de un enamorado y el de aquel que ya no sabe en qué creer, serían distintos de manera tan marcada, tan abismal y obvia que no se podría decir que ambos son suspiros, o es acaso el uno el deseo de respirar más hondo y el otro el de no hacerlo un momento, respectivamente.

Quisiera escuchar tu voz con un deseo que no germinara en frustración, decepción y vacíos, y que así no produjera eco con las paredes heladas de piedra de mi joputa corazón que cerró los ojos cuando tu estrella opacó un poco en el cielo, pero tal vez está conciente de no tener los cojones y es posible falten ganas para seguir extrañando la canción de cuna que un día partió a la guerra, sí, soldados se llamaron a sí mismos cuando pregunté, soldados en alguna guerra fanatista de la que decidí huir lo más lejos posible.
Miente vociferando y con descaro el espejo cuando creo que tu ausencia se ha calmado, de la manera más cretina y estúpida me escupen mis entrañas las heridas de tu falta.
He llegado a comprometer mis manos con el esfero al punto de besar las hojas con mi verdad más oscura y dejar que extraños la lean muchos, es más, sin entenderla o darle la importancia que la destreza de mis manos le dieran al trazarla.

Pero no soy más el sentimiento que algún día pareció desbocar los caminos, he llegado a ser la sombra de mis fantasmas en la espalda de los pasos que miras hoy frente a ti, el verso errático y apagado de la canción que se pudo un día cantar al son de un encabritado corazón.
Me agradaría, sentir la caricia de la brisa que quiera disipar las oscuridades de mis ojos en aquella parte de mi que significa no un idiota sino humano y dejarse de lastímeras desesperaciones para creer de nuevo en alas y cielos.
Quisiera entender el mundo de una manera que no terminara siendo tan... mía.
¿Y no sería entonces un pisotón batalla?
¿Un paso camino?

Caín

martes, 15 de marzo de 2011

Hablemos de... Sexo

"¿Maestro, cual es la condición que convierte al ser humano en un ser tan sexual a pesar de su raciocinio?" preguntan al erudito Socrates los transeúntes en su tertulia, "El amor" responde el sabio. "¿Y qué tiene el amor de sexual?". El maestro posa su mano en el mentón, recorre la habitación de extremo a extremo, repite el proceso y lentamente se detiene frente a sus oyentes.
"Si por amor se entendiere el sexo, el ser humano se convertiría en la simple representación del deseo consiente de poseer físicamente a una pareja". El pensador toma otros minutos, yendo y viniendo por la habitación, con cara de consternación en el rostro y un aire desairado. "Sin embargo, si se entendiere por sexo amor, el ser humano se convertiría entonces en una elevación divina de la realidad. Cuando un ser se vuelve capaz de entregar su corazón, su todo por amor, entonces el sexo deja de ser placer carnal para convertirse en don bendito."

La realidad humana ha transcurrido desde sus primeros pasos en un contexto aparente de sexualidad contra emoción.
Si recordamos el mismo día en el que Eva sedujo a Adán a tomar el fruto prohibido del jardín del edén, toda la raza humana el nacimiento de su sexualidad, al darse cuenta de su desnudez, la curiosidad humana los atacó y quisieron descubrir cual era el propósito de aquella belleza y atracción que encontraban el uno en la carne del otro, como si de repente se hubiesen transformado en caníbales sin cura.
Y sin embargo, la parte que omitimos es aquella en la que Adán le jura amor eterno a su pareja y a través de ese amor la sostiene entre sus brazos, y con pasión más aún todavía con delicadeza, la sostiene cerca de su cuerpo y la mira a los ojos con la misma ternura que aquella mañana cuando la miro sin frutos, sin desnudez sin nada excepto su perfección.
Y es el mundo entonces el que nos corrompe la mente, para enfermarla y volverla sexual. Y convertir de la sexualidad humana un tabú ridículo de intimidad carnal, cuando en realidad fue creado para convertirse en el símbolo más alto del amor que puede sentir un hombre por una mujer, o viceversa.
Ahora, el problema está en el momento en el que la humanidad se dio cuenta, que para copular con su especie, no hacia falta mayor acto de cortejo ya que los resultados terminaban siendo los mismos si su pareja sexual era una desconocida de hace 20 minutos en un bar o una amiga cercana de hace 20 años. Lo cierto es que, poco a poco se fueron desnaturalizando los conceptos tanto de amor como de sexo, hasta llegar a un punto en el cual los separaron, para que el uno pueda existir sin el otro de manera sana.
De todas formas, yo me pregunto cómo pudo haber vivido una humanidad sin valor moral sexual, definido y mantenido de manera aguerrida a su concepción original, mediante la cual un hombre estaba ligado a un poco más que un condón para decidir sus parejas sexuales, buscando entre los rostros circundantes no sólo placer sino también compañía, ternura, amor en sí en pocas palabras que sean fáciles de entenderse bajo el contexto en el cual el amor no conllevaba al sexo, y aún así, el sexo quería decir amor.
Pero eventualmente la humanidad olvidaría este pequeño detallito, los hombres y mujeres tienen corazones. Aquellos que te miran a los ojos antes que las piernas, aquellos que analizan tu sonrisa en lugar de tus caricias, llegando así a lo más profundo de tu alma, conquistándola a ella primero sin demandar tu cuerpo, de la manera más simple y desinteresada posible.
Es en ese momento que el método de búsqueda de parejas sexuales cambia para la humanidad, porque ya no solo se trata de encontrar alquien que valore el amor, sino tambien alguien que lo valore en ti, o el que tienes hacia el.
Sin embargo es casi imposible hoy en día hacerle entender a un hombre que una mujer prefiere las pequeñas cosas, aquel ramillo de flores que llevarías un día cualquiera sin razón sólo para que tuviera colores con los que adornar su habitación, aquel susurro loco en su oído. Las mujeres prefieren un hombre que las tome de la mano y no de los pechos al estar juntos.
De todas formas es casi seguro que la mayoría de los humanos preferirían no hablar acerca del sexo, el mundo es extraño y por alguna razón que no termino de comprender el sexo fue censurado para el mundo, donde se convirtió en uno de los más grandes y oscuros secretos que se encuentran en la vida de la gente.
El mundo le tiene miedo al amor, y por tanto lo sacó de la ecuación el momento de la copulación, como un método de simplificación técnica a través de la cual se eliminó una barrera que para muchos fue facilmente desechable. Y de esa manera se convirtió no en una demostración afectuosa, de confianza, respeto y cariño entre pareja. Sino una actividad cualquiera, mundana y vacía que solo tiene el mismo objetivo que cualquier otra babosada que se ha inventado el mundo, traerle placer a la raza humana con el menor esfuerzo y riesgo posible.
Comenzó toda esa porquería del sexo casual, eventualmente la gente empezó más y más a concurrir lugares, conocer personas y manchar sus sabanas con el sudor de algún extraño que cercanamente podría ser su fuente de alguna enfermedad putrefacta que le termine la vida. Pero al mundo no le importa escuchar sobre la falta de sentido y la insensatez que conlleva aquello, porque prefiere mantener las cosas calladas, como si no pasara nada aquí, en lugar de resolver el problema de lo de adentro lo intenta por afuera, cada vez mejorando los sistemas de control de natalidad, la protección el momento del sexo. Y no la que iría antes o después en la tripa. En el corazón.
El ser humano planteándose a sí mismo como objeto sexual, que porquería. En el momento en el que una raza amerita demostrar altura e integridad, sino moral aunque sea racional o emocional, defendiendo las cosas que llevan dentro por las que deberían poner primero las tripas y no las gónadas.
Quizá en algún punto hizo falta que alguien como Socrates explicara el sexo para la humanidad, y es posible que ni en ese caso lo entenderíamos como tal, como lo que es, o debería ser el amor. Sin entenderlo como el deseo carnal de poseer a alguien.
El amor no está basado en la atracción sexual de dos personas, y es incluso posible que funcione al revés. A veces no comprendo como el mundo puede tener el pecho tan vacío y la entrepierna tan caliente como para olvidarse del corazón el momento de mirar a una mujer a los ojos. Quizá incluso apareciere un brillo por los bordes de los mismos. Y en ese momento, el momento en el que mires a los ojos de una mujer antes que fijarte en el tamaño de sus senos, el momento en el que escuches el tono de su voz con más atención que la pasión de sus besos, el día en que el hombre saboree el beso de una mujer, con los ojos cerrados, con su mano junto a la de ella, con las entrañas temblando y el corazón tiritando, entonces encontremos el camino de vuelta a amar.

miércoles, 23 de febrero de 2011

A mis 18

Porque cargo un corazón pegado a mi pecho, y en el una serie de locuras, maldiciones, demonios y otras tonterías, con las que jugaría de niño, como si fuese un baúl de sorpresas sin fondo. He pintado de colores mis paredes, y he seguido mi camino a pie descalzo, sin atajos ni desvíos.
Y quizá Adán se dio cuenta, cuando engendró a Caín, que evolución no es más que simplemente darse cuenta de la condición social de la humanidad, en la cual se necesita más eficiencia y menos vida para existir. Es entonces cuando el mundo y el hombre decidió luchar contra su corazón y perder menos tiempo con emociones y sentimientos, para poder invertir un poco más a sus oficios, a su puerca y cochina vida de interés.
Algunos hombres buscamos más del mundo que simplemente un trocito delgado y digerible con el que descansar. Y es en mucho, esa condición estúpida que tenemos de reírnos a carcajadas del dios maldito que nos puso a enfrentarnos contra tan ridícula sociedad estúpida de corazones vacíos y mentes ignorantes.
Porqué el hombre despreció el sentimiento a cambio de razón, y dejó de lado la razón para quedarse con la costumbre, cambiando por costumbre comodidad y definiendo comodidad como borreguilismo estático y groseramente pasivo. Una comodidad estúpida manchada de indiferencia hiriente. Y sin embargo te encuentras por ahí uno que otro caminante sin número ni máscara, que guían su propio camino aún cuando éste vaya en la dirección opuesta de los demás.
Humano, a veces no encontramos palabra más despectiva para describirnos a nosotros mismos que "Humano", otra palabra inútil para el mundo. Proviniente del latín "humus" que quiere decir lodo, haciendo referencia a que se creía que el primero hombre fue hecho de barro o arcilla, o alguna mierda tirada por ahí con la que esculpir un idiota. Humano, ¿de qué están hechos los humanos hoy en día?, quiero creer firmemente que la raza humana aún puede tener más dentro de sí que polvo y mierda. Quiero creer que un hombre puede ser más que sólo humanidad.
Tal vez más allá de los horizontes, y de las lineas pintadas a mano pelada bajo un lápiz sin punta existan en sí, esos versos que busco para mis poemas, esas palabras que me faltan al respirar. Y reviso entre las miradas, a ver si encuentro un mundo por las calles, en el que estar un rato y visitar a algún otro desquiciado que se pierda por los aires.
He visto al mundo detenerse en una mirada, seca y fría, que aturde la realidad en un respiro y entonces el mundo está en una sepia tarada, que no recobra sentido sino cuando dejamos de observar esa mirada estúpida que quiere derrumbar el mundo por ahí.
A veces, los cuentos que contamos resultan fábulas por los callejones, cuando la noche está oscura y nuestra voz no es sino un susurro leve y cauto a los oyentes que cercándonos nos escuchan atentamente, y es entonces cuando el alma demuestra lo que es, haciendo que las entrañas nos huelan a hiel podrida, o que nuestro corazón se ensanche.
Y es entonces cuando el peso de la condición humana se hace notar en un trovador a capela; hay ciertas clases de idiotas, que van por el mundo pregonando su "ultima verdad", más no es sino una simple insensatez de la ignorancia humana tratando de inspirar un poco de pena en el que pasa. Y he visto también la pasión, de algunos vagabundos sin zapatos ni camisa, algunas veces incluso sin medias ni pantalón, que callados llevan el peso de su cruz debajo de los ojos, como pequeñas oscuridades, esas sombras que aparecen de cuando en cuando en ciertas miradas especiales que vemos por ahí, es aquella su delirio, es su frenesí, en donde cargan compactadas cien mil emociones y unas cuantas lágrimas más para tachar párrafos o incluso capítulos enteros de las novelas que con sus labios han ido escribiendo tras suspiros. Es un estandarte, una bandera que pintamos con los ojos cerrados, es nuestra marca única que nos pesa en las manos al labrar las tierras, esas llagas tan profundas que nunca llegan a sanar, y que jamás se dejan olvidar. Nuestro "pecatum originale", que paso a paso tratamos de eximir, de expiar, de limpiar. Y es en aquellos momentos, donde los dramaturgos, ya no saben si interpretan el papel del bueno o del malo, ese ridículo humano en el que nos sumimos todos. Son esas locuras en las que daría lo mismo ser un rey o ser mendigo, en la que el sentimiento es basura, como un poeta sin lectores, como un esféro sin tinta, como una mancha sin colores, como una puta con pantalones.
Es difícil a veces creer que una mirada puede preservar su brillo si está constantemente expuesta a tanta idiotez humana que vemos por ahí, si está sometida a un mundo roto, lleno de odio, dolor, enojo y soledades tras cualquier ventana. Y aun así en muchos existe todavía la esperanza de mantenernos por dentro con esa mirada de niño y corazón de caballero que algún día hizo latir nuestro corazón al pretender que eramos el Quijote persiguiendo los molinos, o el rey Arturo blandiendo su espada al aire, o Aragorn librando la ultima batalla frente a Minas Tirith.
Como quien se sentase determinada noche a esperar tras su ventana y ver llegar volando un velero mágico viniendo de la segunda estrella a la derecha desde el amanecer con un niño por capitán. ¿O acaso era la niebla? Confundiéndonos la cabeza, haciéndonos creer aun en Peter Pan.
Puede venir el sol a escampar mil lluvias si le da la gana, que a mis nubes no les hace falta nada de su calor o luz, porque la lluvia me acaricia hoy, como nunca antes ningún dios imaginaria sentir la piel del agua en su mejilla.

Hay días en que los hombres somos un poco más, que lodo.