lunes, 4 de abril de 2011

LA MARCA DE CAÍN

Desearía poder comprender el mundo de alguna manera que no terminase siendo tan nihilista. El escéptico que mira antes de saltar en mí, domina el fatalismo que podría nacer como respuesta y, sin embargo, negación tras negación choco contra mi autoindulgencia, mi sobria y desnuda necesidad de compañía, aún detrás del misántropo, anti-social, del bicho raro está presente ese talón de Aquiles que no busca cualquier compañía, sino la tuya.

Quisiera ver el mundo desde unos ojos que no resultaran mirarte desde el fondo atrás de mis virtudes, y aún así tan cubierto de demonios. El saludo entrecortado y despacio, quizá en señal de la distancia que separa al mundo de mí, o es posible me separe a mi del mundo, como aquel que bajo el cuaderno ya no sabe qué escribir, ni cómo hacerlo; qué pensar.
Es difícil describir la diferencia entre el suspiro de un enamorado y el de aquel que ya no sabe en qué creer, serían distintos de manera tan marcada, tan abismal y obvia que no se podría decir que ambos son suspiros, o es acaso el uno el deseo de respirar más hondo y el otro el de no hacerlo un momento, respectivamente.

Quisiera escuchar tu voz con un deseo que no germinara en frustración, decepción y vacíos, y que así no produjera eco con las paredes heladas de piedra de mi joputa corazón que cerró los ojos cuando tu estrella opacó un poco en el cielo, pero tal vez está conciente de no tener los cojones y es posible falten ganas para seguir extrañando la canción de cuna que un día partió a la guerra, sí, soldados se llamaron a sí mismos cuando pregunté, soldados en alguna guerra fanatista de la que decidí huir lo más lejos posible.
Miente vociferando y con descaro el espejo cuando creo que tu ausencia se ha calmado, de la manera más cretina y estúpida me escupen mis entrañas las heridas de tu falta.
He llegado a comprometer mis manos con el esfero al punto de besar las hojas con mi verdad más oscura y dejar que extraños la lean muchos, es más, sin entenderla o darle la importancia que la destreza de mis manos le dieran al trazarla.

Pero no soy más el sentimiento que algún día pareció desbocar los caminos, he llegado a ser la sombra de mis fantasmas en la espalda de los pasos que miras hoy frente a ti, el verso errático y apagado de la canción que se pudo un día cantar al son de un encabritado corazón.
Me agradaría, sentir la caricia de la brisa que quiera disipar las oscuridades de mis ojos en aquella parte de mi que significa no un idiota sino humano y dejarse de lastímeras desesperaciones para creer de nuevo en alas y cielos.
Quisiera entender el mundo de una manera que no terminara siendo tan... mía.
¿Y no sería entonces un pisotón batalla?
¿Un paso camino?

Caín

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