lunes, 7 de febrero de 2011

La tinta de mi papel

He visto los ojos del mundo al decir adios.
He visto las lagrimas innundar los sueños.
He visto a la vida,
aplastar sin compación,
las ilusiones de alegría
de los pobres mortales que aquí estamos.

Y qué extraños suenan tus cuentos ahora,
al cantar los arrullos que ya no son
aquellas melodías, aquellos sueños
que un día enrollaron mis párpados
entre besos y suspiros.
Hoy esas historias no suenan más,
a la música y luz que tenían.

Tal vez un par de extraños
tú y yo, después de los sueños
que destruimos juntos,
ahora sólo queda en tí una mirada
que no es mía ni tampoco la tuya,
una que no conozco
y que no quiero ver.

Hay veces que uno desearía
tomar de un jardín que ya fue
aquellas flores cuyo olor
nos mostró quizá un poco menos
de mundo y más de amor.
Pero al buscarlas, esas flores
ya no están, sólo sus cadaveres
que llenan nuestro mundo
con espinas, sabores amargos
y un olor a realidad
que choca con nuestra ingenuidad
cuando queremos creer
que aun es.

Siempre he odiado
el sonido del silencio
del que no sabe
cómo seguir mientiendo
amor y otras maldiciones
para esconder
olvido y tantas porquerías.
He odiado tu mirada,
cuando vacía no mostró
más que adioses y disculpas
porque no los quiero,
ni regalos, ni pena.
Que te hagan creer
que te necesito.

Observo la luna al pasar,
mis días están llenos
de estrellas y su luz,
he amado la luna en mis noches
aunque ya no seas tú
aunque en tí encuentre hoy,
un satélite jupiteriano
o del mismo y lejano plutón.

El mundo gira,
hacia el mismo lado que siempre.
Aún cuando creí diferente.
Y quizá una mirada extraña
jamás logre llenarme
pues en mí aún falta mucho
que no he terminado de quemar
de adioses y perdón,
de días y temor.

Y llora Julieta
desconsolada y triste,
al ver que nuestra historia
la he escrito sobre el papel
terminando en adios y no a tu lado.
Así muramos los dos,
sea cual fuere el veneno
la he escrito para mí.

Porque olvidé
en mis fábulas y cuentos
las princesas y castillos,
los dragones y los caballeros
que ingenuos arriesgan sus vidas
por las doncellas hermosas,
esperando que algún relator
en algún lugar extraño
les escriba su historia
con un final felíz
y sin llagas en las entrañas.

En mis cuentos
no hay más que simples seres vivos,
no más que humanos
con corazón y cojones
para enfretarle al mundo por la cara,
y escribir con mi propio puño
el final que yo desee,
sea este una tragedia
o una estrella ilumando el cielo.

Ésta es la tinta con que he marcado mi papel,
en el cual he puesto mis tripas,
a sabiendas de que mañana
no estarás,
y buscaré entre las miradas
algún extraño con quien congeniar.



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