lunes, 30 de abril de 2012

RELOJ DE CALLE


Ya no queda nada amigo, Hemingway.
Ya no queda nada aquí
Para ti, para mí,
Para ninguno de los dos.
Ya no queda nada más aquí.

Ya no alcanza nada en la poesía.
El mundo ahora está lleno
Por todas partes de pornografía.

Hay días en los que llorar
Es solo otra manera de sobrevivir,
Hay otros en los que es solo
Una de tantas desilusiones.

Como los pétalos tristes
Que caen muertos
Despojados de la belleza
De su rosa.

Las calles son las venas
Por las que corren mis orinas
Infectadas con toda esa prosa
Esa prosa inerte
Que corre por mis venas
Como corren por la calle
Mis orinas.

Déjame que te diga,
Que eso de que el hombre
Puede ser destruido,
Pero no derrotado
Es una falacia.

Hay veces que inclusive,
Es peor
Y pueden ser ambas
Al mismo tiempo.

¿En qué se fijan, hoy por hoy
Los poetas para escribir?
Cuál es la habilidad
Que nos hace creer
Que de nuestras manos
La lírica que nazca
Es perfecta y hermosa.
No lo sé.

Somos todos juntos
Una nueva raza de seres
Cobardísimos valentones.
Somos todos juntos
Toneladas de derrumbes
En fila india, siempre.

Ya no hay nada para mí,
Hemingway,
Ya no hay nada más allá
Te digo,
Ya no hay más camino.

Hay días en los que me supera
El derrumbe de todo el mundo.
Y es demasiado rápido para mí.

Hay días así de atroces
En los que le tengo miedo a la niebla.
Pretendo huir de ella, siempre.
Hay tiempos en los que soy muy lábil
A mi hijueputa soledad.
Como los  momentos breves
Pero a la vez tan eternos
En los que tuve claustrofobia
Encerrado en un automóvil.
Esos en los que no puedes gritar.

Nada funciona ya.
Ni las llaves de la casa
Ni el teclado,
Ya ni el chocolate sirve para nada.

Hay veces que me siento derrumbar.
En los que es el solo y barato
Reloj de a dólar, de medio pelo.
Lo único que funciona en mí.
Y me aferro a él tan fuerte
Como si fuese una bolla
Y no quisiera ahogarme,
Me aferro a él,
Lo amo.
Si no estuviera él
Absolutamente nada en mí
Funcionaría.

No funciona nada ya,
Solo este reloj de mierda,
De medio pelo.

Ya no queda nada para mí,
Hemingway,
Ni el ron, ni la ebriedad.


ESTEBAN YÉPEZ PASQUEL 

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